Tengo un lunar en medio de los ojos Tengo un lunar en medio de los ojos. Lo he intentado arrancar pero no cede, como mi novia Juana, como mi carrera de poeta, el lunar no cede ante la insistencia de mis uñas por hacerlo sangrar. He intentado con todo. Cuchillos, fuego. De hecho ahora está
Etiqueta: Dosiersinnombre
Una malteada de mango, la playera que llevo deslavada, el calor que se siente en el pecho, que viene desde abajo y oprime, el metro. Los usbs de ocho gigabytes a veinte pesos para guardar fotos, música, películas, recuerdos, trabajos, archivos, dolores; las cucharas de madera para cocinar o comer que no rallan, no se
Maldito calor es insoportable, esta ciudad sólo tiene una estación. Siempre estamos en pinche verano. Todos los días parecen los mismos a las 12:00 pm; el sol le tiene un odio especial a este lugar. Yo, con una estupidez mayor a la habitual, decido venir al centro para terminar algunas diligencias, error más grande es
Celsius de vacaciones Para Marina dejar la casa en llamas resulta indispensable. Diversas ocasiones he intentado, mientras le tallo la espalda con la esponja botánica, persuadirla de apagar el fuego, decirle que puede entregarme su entera confianza. Como es de suponerse, no me atrevo siquiera a sugerir un extinguidor pequeño. Acaso rociar con la manguera
Nueve entradas sin hit ni carrera. El reconocimiento es de todas, de acuerdo, pero yo soy la lanzadora, así que esa pelota es mía, les insistí. Con mucho esfuerzo logré evadir la celebración que planeaban. Acomodé la pelota -autografiada con los nombres del equipo contrario- y el guante en la canasta de la bicicleta y
Traste Acomodo un balde vacío en medio de la sala para atrapar la lluvia pero ningún traste que amortigüe el sudor de tierra que abolla las macetas de las rosas La verdad es que hoy no estoy de humor para tantas guerras para sembrar palmeras que den sombra a las estatuas, también es bueno
I Mi abuela guardaba su sonrisa bajo una piedra. No hay lugar más fresco y fértil que la tierra, la oía decir. Mis pasos de cinco años hacían crujir los corazones de la hierba, mientras el sol cantaba el paso de las horas. La mañana, decía, acaricia las mejillas de los árboles, y sus frutos
—Aquí lo perdí, aquí lo voy recuperar —piensa el anciano sentado en la silla, mientras su mirada baja y la plática se estanca en espera de que logre retomar el hilo de la conversación. Había perdido la idea que estaba expresando, así, sin más, su mente enmudeció, o cambió de enfoque, pues aun pensaba, sobre
Redención Aunque la gente alrededor lo mirara de pies a cabeza sin parar, no odiaba esa fila. Estaba sorprendido, la inquisición visual era una caricia que no penetraba el estampado psicodélico de su saco. –Pasaporte –Aquí está –“Jean-Patrick de Haes”, “belga”, bienvenido a México, señor Poniendo en práctica tres años de estudiar español, Patrick sobrevivió
No cuesta nada acatar una maldita orden. Por eso no entiendo a los que constantemente rompen las reglas y sacan la lengua. Es tan fácil como no morder una manzana, y aun así, existe la jodida tentación de desobedecer. Nomás porque sí, porque podemos. Llevamos arraigado en los genes la rebeldía, luego entonces lo verdaderamente