Cotidiano
A Cristian Aguilar Galindo
Y cuando veo a un hombre con sus hijos
pienso que puedes ser tú.
Los apresuras para llevarlos a la guardería,
posiblemente al kínder.
Apresuras el paso porque ya es tarde;
tienes que trabajar,
ganar unos cuantos pesos.
Dormir lo que más se pueda.
Levantarte e irlos a dejar otra vez.
Mañana
No quiero olvidar la luz
que irradia tu voz en la bruma gris.
José Cruz
Tal vez si en otro tiempo
nos hubiéramos conocido
y los percances no existieran
y me permitieras cuidar
tu paso moribundo,
que existen muchas cosas
que podemos conocer juntos:
compartir dulces pastelillos,
el calor de nuestras manos,
guardar el olor de nuestras sábanas
en una caja de zapatos.
Hoy me vestí con mis mejores sentimientos,
la dulce mirada que tenía en el ropero
la desempolvé. Llevo mis mejores
pantalones, mi camisa menos vieja;
limpio un sombrero que haga juego
a mi traje herido y maltratado.
No quiero que te des cuenta de mis pies maltrechos.
Tengo mariposas en el estómago.
Tengo hormigas en las piernas.
Tengo muchas sensaciones de niño enamorado.
Hay un sabor de embriaguez que tu boca dejó en la mía,
no puedo curarla.
Aquí dejo que la vida haga su voluntad
y el mar borre tal vez mi nombre escrito en tu playa
y el viento exhale su último aliento para mí.
Me agrada pensar que le estás regalando una sonrisa a tu hijo por el simple hecho de verlo feliz, mientras caminas junto a él por el pequeño parque que se encuentra cerca de tu casa.
Él no lo sabe pero le tienes una sorpresa llegando: un cochecito que tan quería, lo había visto en el aparador de una juguetearía. No es su cumpleaños, solamente quieres ser padre sin condición.
Mañana planeas comprarle el helado que tanto le gusta porque las monedas de tu bolsillo no eran suficientes para su sabor favorito. Lo subes a tus hombros para que sienta lo que es ser hombre a los cuatro años, que todo puede ser apacible si sabes donde apoyar los pies.
Y se van
como dos niños corriendo tras un buen día.
Espero que la muerte no me alcance en la espera
que se le olvide la guadaña
lave su capucha
pierda la agenda;
se confunda de día.
Por una vez que no sea puntal
para mirar el mar de donde tienes que regresar.
Amado Ademar (Tlaxcala, 1989) es Lic. en Literatura Hispanoamericana. Fue colaborador del periódico El sol de Tlaxcala, del fanzine La culpa. Un poema suyo está incluido en el mediometraje Retrato a nosotras mismas. Ha tomado talleres de creación poética con Álvaro Solís, Armando González Torres y Gonzalo Escarpa; ha participado en varias lecturas de poesía, talleres sobre literatura en Tlaxcala, Puebla, ciudad de México y Yucatán. Tiene publicada la plaquette de poesía Hombre con complejo de soledad, El puente, 2015.