Rayuelas
Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.
Octavio Paz.
Te busqué entre las calles acompasadas,
te vi aparecer sobre el Sena y desvanecerte
entre fox-troth y la boca que toco.
Busco tus ojos
bajo la rayuela de mi infancia.
Camino y te imagino leyendo misericordia sentada en mi cama.
Te encuentro como a Beatríz al final del río.
Susurro en las caracolas y beso la boca.
Besarte
desnudos frente a la tour centre du ville.
La nostalgia del inmigrante se borra cuando siento el pulso de tu lengua,
hablo con el recuerdo de escucharte preguntar cosas tan tontas, como por qué los árboles se abrigan en verano.
Y cuando parpadeo
Huelo
tu
boca
Despertar a tu lado: je cherche ton ombre parece que j’aime l’ombre de ta bouche, on va sur la tour parapluie du ciel, on tombe sur l’ombre de ta bouche. Ma amour, tu es la rue la plus loin en tout París: la rue centre du monde: la ville.
Y cuando te veo volar por las ciudades
(Montevideo, París, Buenos Aires),
Enciendo un Gaulois,
veo la misericordia de Galdós
Junto a una copia de algún texto de Morelliana.
¿Qué es en el fondo esa historia de encontrar un reino milenario, un edén, un otro mundo?
Back to adam, le bon sauvage…
La tacita de café es blanca, el buen salvaje es marrón, Planck era un alemán formidable… Ese mundo existe en éste, pero como el agua existe en el oxígeno y el hidrogeno, o como en las páginas 78,457,3,271,688,75 y 456 del diccionario de la Academia Española está lo necesario para escribir cierto endecasílabo de Garcilaso… Pesadilla orwelliana o huxleyana… Wishful thinking, quizá.
Y qué decirte de tus gustos literarios sobre la cama, poniendo tus muslos en loto. Mi padre había fallecido y yo huía de su recuerdo. Leías poemas de Tristan L’Hermit mientras reflejabas el clima parisino en tu boca. Inválidos.
Del hospital del condado de York informa que la duquesa viuda de Grafton, que se rompió una pierna el domingo último, pasó ayer un día bastante bueno.
The sunday times, Londres.
Correría sobre el atlántico con tal de alcanzar tu boca.
Vernos casi por casualidad en el lugar indicado,
Cerca Louvre o cerca del arco que da al Quai de Conti;
Atraparte entre la gente que para nosotros son flores muertas.
Te atrapo en el lugar donde llueven suicidas
Il mío supplizzio
è cuando
non mi credo
In armonia.
Ungaretti, i fiumi.
Moscas volando sobre las aguas
Y yo loco por no besarte, peut-ètre.
El burro o la variación infrarrealista
Dejenlo todo, nuevamente
láncense a los caminos.
Roberto Bolaño
A veces sueño que Roberto Bolaño
viene a buscarme, acompañado de Mario Santiago
y su moto negra.
Es una moto robada. Hoy no vamos hacia Texas,
no buscaremos sueños sobre esta bestia,
recorreremos la ciudad y hablaremos de poemas.
Y Mario Santiago quiere ser un poeta, no
quiere tener un cuerpo,
sólo una cabeza,
no desea tener ojos, o nariz, o boca,
pero si una lengua,
quisiera ser una cabeza envuelta en piel
y Roberto no le pregunta nada.
La ciudad dormita y ahora nos alejamos,
recorremos las carreteras hasta el peyote y el polvo.
Roberto y yo nos desvestimos,
nuestros jeans y camisas de espinas,
mientras Mario Santiago nos dicta este poema.
Y a veces sueño que mi sueño es un sueño de víbora,
de piedra, o de la boca que Mario Santiago Poeta no posee.
Bajo la noche la moto tirita,
y Roberto se ríe de que él y yo no somos poetas
somos calaveras,
se ríe de que la moto robada
es un burro tiritante,
con su I-A,
un burro poeta.
Y a veces sueño que Roberto Bolaño
viene a buscarme, acompañado de Mario Santiago Poeta
y de su moto-burro-negra.
Roberto y yo conversamos
mientras Mario acelera nuestra burro-moto robada,
y entonces, recordamos que antes de soñarnos
no nos conocíamos, reímos, cantamos,
Mario Santiago enciende un cigarro,
en este sueño brindamos
y el burro nos saca la lengua.
A veces sueño que Roberto Bolaño
viene a buscarme, acompañado de Mario Santiago,
nos sentamos, hablamos de carreteras, de sueños,
de burros y de los poetas.
Tu playa
Pero habrá nuevos vientos. Nos detendremos
mirando como el pelícano caza al pez
mientras el sol se pierde bajo las aguas.
Y tu nombre en mis labios
confirmará que la tierra es plana.
Y mi nombre en tu espalda, y mi nombre en la arena,
en las olas, en el sol ocultándose en el último precipicio
abrirá la ventana por donde entrarán los moluscos pidiendo refugio.
Día. No te pido canciones de cuna para mis noches.
Pero vendrán nuevas conversaciones. Y regresaremos
a soñar con las marejadas rojas devorando los barcos,
la ciudad es la misma aún si no estamos. Pero vendrán otros años. Luna.
Pero no habrá nuevos retratos. Callará tu playa, la piedra que pisas.
Alberto Avendaño, 1990, Zacatecas,Zacatecas. Poeta y narrador. Ha publicado para diferentes revistas literarias locales y nacionales (La charola literaria, la testadura, la hipérbole, la soldadera, la mal mantenida, el gallo de oro, Mis x, entre otras).